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Bogotá contra sus propios motores

Marcha motociclistas

Por: Elkin Calvo*

Bogotá vive un nuevo episodio de caos y desconexión entre la ciudadanía y su gobierno. A raíz del Decreto 528 de 2025, la Alcaldía de Carlos Fernando Galán impuso restricciones severas a las motocicletas durante el puente festivo de Halloween, prohibiendo el acompañante y limitando la circulación en amplias zonas de la ciudad. Las razones oficiales apelan al aumento de accidentes y delitos en estas fechas, pero detrás de esa justificación hay una medida que desconoce por completo la realidad social y económica de la capital.

No hace falta tener moto para saber que la medida es absurda. No está mal que se busque controlar las rodadas masivas que en ocasiones colapsan la ciudad, pero es una muestra de profunda ceguera política y social desconocer que más del 80% de los trabajadores y estudiantes en Bogotá usan la moto como su principal medio de transporte. Lo que empezó como una estrategia para evitar el caos terminó provocando uno mucho mayor, con bloqueos en la Autopista Sur, la Avenida de las Américas, la NQS y la carrera Séptima. La ciudad se paralizó no porque los motociclistas quisieran hacerlo, sino porque la administración decidió ignorar lo evidente: quitarle a la gente su medio de transporte es condenarla a la inmovilidad.

Las medidas del alcalde Galán no solo afectan la movilidad, sino que profundizan una fractura social entre quienes pueden desplazarse en carro y quienes dependen de la moto para trabajar o estudiar. Si los ciudadanos que usan carro quieren vías despejadas, si los comercios necesitan que sus empleados lleguen, si las universidades esperan que los estudiantes asistan, ¿por qué quitarles su única opción a quienes menos tienen? La respuesta parece estar en una lógica de gobierno que privilegia al automovilista y castiga al trabajador.

Esta, sin duda, se perfila como una de las peores alcaldías que ha tenido Bogotá en años, no por falta de obras ni de presencia mediática, sino por la desconexión total con la ciudad real. Gobernar no puede reducirse a imponer decretos y mostrar autoridad en redes sociales mientras el caos se multiplica en las calles. El problema no es la falta de policía, sino la falta de pensamiento crítico en quienes toman decisiones.

Lo que los motociclistas reclaman hoy no es impunidad ni licencia para el desorden. Reclaman que se les escuche, que se les tenga en cuenta, que se reconozca que la moto no es un lujo, sino una herramienta de supervivencia en una ciudad que no ofrece transporte público eficiente, seguro ni suficiente. Galán parece no entenderlo, o tal vez no quiere entenderlo. Su silencio frente a las protestas y su falta de diálogo con el gremio solo agrandan la distancia entre el Palacio Liévano y las calles que dice gobernar.

El alcalde debería recordar que Bogotá no es solo el norte ni el centro, que la ciudad se mueve sobre dos ruedas, muchas veces bajo la lluvia, entre trancones y huecos. Necesitamos políticas públicas que acompañen, no que castiguen; decisiones que piensen en la gente, no en las estadísticas. Hoy los motociclistas marchan porque sienten que los han dejado solos, y tienen razón. Bogotá no necesita más represión, necesita empatía, escucha y gobierno con cabeza. Porque cuando quienes gobiernan pierden el sentido común, la ciudad entera se detiene.

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  • Comunicador social con énfasis en educación, magíster en comunicación–educación con énfasis en cultura política e investigador doctoral en estudios sociales, en la línea de subjetividades, diferencias y narrativas con énfasis en cuerpos, tecnociencias y digitalización de la Vida. Profesor universitario y autor del libro YouTube como ecosistema comunicativo.

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