
Tomado de Redes sociales.
El público se había ido, las tribunas vacías eran testigos mudos de un adiós inevitable, y en la mitad de la cancha quedaba sentado James Rodríguez. El capitán de la Selección, quien tantas veces levantó los brazos celebrando con la camiseta amarilla, se quedó solo, pensativo, llorando.
La goleada ante Bolivia fue histórica no solo por la clasificación al Mundial, sino porque marcó el último partido oficial del 10 en el estadio que se convirtió en su casa. Allí donde la hinchada lo ovacionó, donde hizo goles decisivos y donde cargó con la responsabilidad de liderar a toda una generación.

El silencio del Metropolitano contrastaba con los recuerdos que pasaban por su mente: las eliminatorias sufridas, los gritos de gol que estremecieron las gradas, las tardes de gloria en las que Colombia se vestía de fiesta. Pero también las críticas, los momentos difíciles y el peso de ser siempre el referente.
James sabía que era su última vez ahí. Y su corazón lo sintió. Por eso no se movió.
No quiso que el momento se esfumara rápido. Se quedó sentado en la mitad de la cancha como quien no quiere despertar de un sueño que llega a su fin.
Algunos miembros del cuerpo técnico se acercaron, lo abrazaron y lo dejaron en silencio. Era su despedida íntima, sin micrófonos, sin flashes, sin discursos. Solo James, el estadio y la memoria de una carrera que quedará en la historia del fútbol colombiano.
“Gracias, capitán”, se leyó en las redes sociales minutos después, cuando las imágenes comenzaron a circular. Y esas dos palabras resumen lo que siente un país entero. Porque más allá de lo que venga, James Rodríguez ya se ganó un lugar eterno en el corazón de los colombianos.
Nos regalo un golazo que solo los crack los pueden …..
Gracias viejo tata😁💓