
En Colombia, la juventud ha sido históricamente relegada de las prioridades estatales. Y cuando parecía que con el Conpes 4040 se abría una ruta seria para atender con enfoque diferencial las necesidades de las nuevas generaciones, el gobierno actual decidió patear la dignidad de millones de jóvenes nombrando a Juliana Guerrero como viceministra de la Juventud.
Este no es un asunto de títulos o de cartones colgados en la pared. Muchos de nosotros nos hemos dedicado desde muy jóvenes a estudiar, a ocupar cargos de elección popular en consejos de juventud o juntas de acción comunal, y a dedicar la vida a comprender y trabajar por la juventud. El problema no es de esfuerzos colectivos ni de idoneidad construida a pulso; el problema es que estamos frente a un nombramiento que carece de experiencia, competencias y compromiso real.
Lo que está en juego no es el ego de una persona ni la crítica fácil a una hoja de vida que apenas comienza a construirse. La aspirante pasó de ser técnica a ostentar, en menos de quince días, un título profesional en contaduría, sin tarjeta profesional ni los requisitos exigidos por el propio manual de funciones para ejercer el cargo. Lo que está en juego es el respeto a toda una generación que, con las uñas o desde el privilegio, luchó por graduarse, especializarse, prepararse y aportar al país. Nombrar a alguien sin la preparación ni la trayectoria necesarias no solo es una burla, es un acto de politiquería vulgar que contradice las promesas de cambio.
Si el ministro, Juan Carlos Florián Silva, insiste en empecinarse con esta designación, no solo traicionará a los jóvenes que depositaron su confianza en el presidente de la República y en el proyecto político que hace cuatro años prometía dignidad y transformación, sino que hundirá aún más la credibilidad del gobierno ante la sociedad. Estos nombramientos no son errores menores: son decisiones que fracturan la ética pública, que desmoralizan a quienes todavía creemos que otra Colombia es posible y que confirman la sospecha de que, al final, todo se negocia en el mercado de favores.
La juventud no necesita una viceministra para la foto ni para la cuota. Necesita a alguien que haya recorrido el territorio, que entienda el dolor de la exclusión, que conozca el Conpes 4040 de principio a fin y que tenga la capacidad de defenderlo frente a un Estado que lo ha usado como adorno. La juventud merece respeto, no pallazadas.
Lo digo con claridad: Juliana Guerrero no tiene el perfil ni la competencia para asumir el Viceministerio de la Juventud. Y si el gobierno persiste en este camino, quedará demostrado que el cambio prometido no fue más que otro eslogan vacío.
*Comunicador social con énfasis en educación, magíster en comunicación–educación con énfasis en cultura política e investigador doctoral en estudios sociales, en la línea de subjetividades, diferencias y narrativas con énfasis en cuerpos, tecnociencias y digitalización de la Vida. Profesor universitario y autor del libro YouTube como ecosistema comunicativo.